De católico dominguero a Apóstol de la Palabra

Testimonio de José Amílcar Alvarado, apóstol de la Palabra de la Arquidiócesis de Atlanta.

Católico dominguero

Mi nombre es José Amílcar Alvarado. Antes de llegar a Apóstoles de la Palabra yo era católico dominguero y cuando asistía a Misa no ponía atención.

Un día soñé que estaba predicando frente a mucha gente. No hice caso. Soñé otra vez. Le conté a mi tío evangélico, que me hizo burla pues a mí ni me gustaba leer. La tercera vez ya me intrigué y comencé a tener ganas de aprender más de la Biblia. Le comenté a mi esposa que quería ir a un culto evangélico pues, en mi mente ignorante, pensaba que en la Iglesia Católica no enseñaban nada. Ella me dijo que no quería cambiarse pero que me apoyaba. Así fue que asistí a un culto evangélico pero no me gustó. Sentí a las personas como falsas.

Insistencias y resistencias

Poco después un amigo mío me estaba convenciendo de ir a su iglesia adventista. En ese momento se me dañó algo en la cocina. Una amiga de mi esposa le dijo que su esposo es plomero. Así llegó a mi casa a hacer la reparación Héctor Lara. Comenzamos a conversar de la Biblia y le comenté lo que yo estaba pasando, es decir, mi confusión.

Me dijo que en la Iglesia Católica si dan clases de Biblia y me invitó a asistir a una clase. Lo acepté pero no fui. Una semana después me llamó y me preguntó porque no fui. Le di algunas excusas y me invitó otra vez. Esta vez si asistí, pero honestamente no me sentí bienvenido. Héctor me dijo que iba a haber un retiro. Yo le pregunté qué es un retiro. Me explicó en qué consiste un retiro espiritual y me invitó a asistir.

Insistió tanto que le dije que sí por compromiso, pero le dije: “Sólo voy dos horas”. Me dijo que estaba bien. Asistí al retiro, que fue impartido por el Padre Robin Antonio Mora Casanova. Yo jamás había visto católicos reunidos y con Biblia. Me quedé todo el día. Me encantó que el Padre hablaba de cambiar la imagen de la Iglesia Católica y mucho más, según las propuestas del Padre Amatulli, para llegar a un nuevo modelo de Iglesia.

Niño con juguete nuevo

Llegué a mi casa como niño con juguete nuevo, muy contento, diciéndole a mi esposa: “Encontré lo que buscaba. Quiero ser Apóstol de la Palabra”. Así pues, me incorporé al grupo San Patricio, en Norcross Georgia. Al principio me sentía un poco incómodo pero me quedé. Fue en noviembre de 2015. Viví mi primera Posada. Yo ni sabía que era una Posada.

Programa de radio

En enero de 2016 el hermano Pedro Ulloa nos informó que nos habían ofrecido un programa de radio y quería voluntarios. Nadie en el grupo levantó la mano. Me sentí mal por él y levanté mi mano y pregunté qué se tenía que hacer en la radio. El hermano Pedro e dijo: “Sólo mover botones”. “Bueno, le digo, pues yo le ayudo”. Me comunicó que el programa sería todos los martes.

Llegué el martes siguiente y me mostraron como abrir el programa, como poner música, etc., pero ya para comenzar me pusieron los audífonos y me dieron el micrófono. Nervioso dije: “No puedo, no sé nada”. Me dijeron: “Comienza”. Ni me acuerdo qué dije. Rápido me dijeron el técnico y Pedro Ulloa: “Tienes buena voz para la radio”. Yo les dije: “Pero no sé nada”. Pedro me dio un libro, titulado “La respuesta está en las Escrituras”, escrito por el Padre Amatulli. Y me dijo: “Es fácil. Sólo estudie este libro. El programa se llama como el libro, es decir, “La respuesta está en las Escrituras”.

El apoyo de la hermana Anita Teodoro

Me dijeron que para la siguiente semana iba a llegar una hermana que me entrenaría más. Bueno, ante esto, me alegré mucho. Llegó el martes y llegó también a la radio la hermana Anita Teodoro. Yo le dije: “¿Usted me va a entrenar?”. Ella sonrió y me dijo: “No, me dijeron que usted me va a entrenar a mí”. Me dio risa y entendí que a los dos nos dijeron lo mismo.

Pero decidimos seguir con el programa. Un par de veces nos equivocamos y una vez ni podíamos entrar al aire. El Padre Jorge Luis Zarazúa ayudaba a dar los temas, pero no se pudo mucho tiempo porque se nos hacía difícil conectarnos con el Padre. Luego Anita llevó a su mamá María a asistirnos. Para esa fecha ya hacíamos el programa Anita y yo.

Colaboración con el padre Lázaro

Meses después Pedro me dice que el padre Lázaro Núñez necesitaba ayuda en otro programa que él hacía en vivo los miércoles. Salía al aire en Georgia, pero él lo hacía por teléfono desde New York. Me dijo Pedro que sólo iba yo a leer las lecturas del tema del día. Otra vez dije: “Pues parece fácil”, y me incorporé con el Padre Lázaro los miércoles también.

El padre me mandaba las lecturas y los domingos yo las preparaba. Un mes después, el padre me preguntó en vivo: “José, ¿qué opinas del tema de hoy?”. Me puse rojo, verde o no sé de qué color y le dije al padre: “El público quiere saber de usted, padre”. Me vuelva a decir: “No, dinos; ¿qué opinas de todo esto?”. Era el tema del Espíritu Santo. Me fui a un corte de musical, pues no sabía la respuesta. De esta forma me escapé.

El siguiente miércoles sucedió lo mismo. El padre Lázaro me dije al aire: “José, ¿qué opinas del tema de hoy?”. No me acuerdo ni lo que dije, pero nada bueno pues no sabía. Al terminar el programa le llamé molesto al padre Lázaro y le dije: ¿Por qué me hace eso, padre? Yo no sé”. Él, riéndose, me dijo: “Porque yo te mando las lecturas el domingo por la noche. ¿Por qué no estudias algo.” Le dije: “Pero me dijeron que sólo iba a leer”. El padre Lázaro me dijo: “Un apóstol de la Palabra siempre tiene que estar preparado”.

De lleno en el programa de radio

“Bueno, le dije; OK, punto; entendido, pero no más sorpresas, padre”. Comencé a estudiar bien las lecturas y estaba listo. Un mes después yo ya feliz me sentía porque ya el padre no me iba a agarrar de sorpresa.

Cierto día abro el programa de radio, doy la bienvenida y presento al padre, como siempre, para que haga la oración primero. En ese momento dijo al aire: “Bueno, ahora nuestro hermano José va a hacer la oración”. El padre se quedó callado y yo quería que me tragara la tierra; no estaba preparado. Dije algunos disparates y el padre se reía mucho. Le llamé otra vez después del programa: “Padre, ¿por qué me hace esto?” Y otra vez me dijo: “Muchacho, tienes que estar preparado todo el tiempo, para todo”.

Desde ese día en adelante me preparaba para todo y ya comencé a opinar, aunque no me preguntara el padre. Esta mi mejor escuela. Pocos meses después el padre me llamó para decirme que ya no podía hacer el programa y me quedé solo en el programa. Luego, la familia Teodoro también se retiró de la radio y desde entonces me quedé solo en los programas: “La respuesta está en las Escrituras” y “Conociendo y propagando el Evangelio”.

Pruebas fuertes y derrame cerebral

Mientras todo esto sucedía, pasé muchas pruebas fuertes, muy fuertes con mi familia, con mis hijos… cosas fuertes que, gracias a Dios, tuve apoyo del padre Robin, y en este tiempo comencé a ir a evangelizar a Alabama.

Pero la prueba más grande la tuve en octubre de 2017. Me dio un derrame cerebral o, como mi neurocirujano lo llama, sangramiento masivo del cerebro. Algo muy fuerte. Nunca caí en coma, gracias a Dios. Estuve en cuidados intensivos pero los peores momentos fueron en mi casa. Algo muy duro. Gracias a Dios tuve apoyo de sacerdotes Luis Toro, Refugio, Abel y Robin que me vinieron a ver y a orar por mí. También los misioneros Lucio y Carlos.

El Señor me salvó de la muerte

Fue cuando conocí que el Salmo 51 se escribió en tiempos del rey David por su pecado de haberse involucrado con la esposa de su soldado Urías. Lo conocí porque una madrugada llorando y con dolor dije “Dios, mejor ya llévame”. Al momento sentí como una cachetada. Yo caminaba con bastón; lo agarré, me fui a mi sala a leer el Salmo 51 y llorando le pedí perdón a Dios por pensar eso y renegar lo más bello que Dios me ha dado, la vida. El Señor me salvó de la muerte y yo deseándola. El padre Luis Toro me dijo que era parte de mi purificación.

En enero me hicieron otro escaneo del cerebro. El médico me dijo que no sabía cómo estaba yo vivo y que tenía coágulos o, como él dijo, como gelatina de sangre en el cerebro. Me asusté. Ya no tomaba medicamento, sólo para la presión.

El 22 de enero me hicieron otro escaneo profundo donde analiza absolutamente todo en el cerebro. Luego fui al médico para ver los resultados. El médico me veía mucho y me dijo: “Deja voy por un colega mío”. Luego los dos vieron el examen y me preguntaron: “¿Has sangrado por la nariz?” Yo dije: No. Ellos preguntan: “¿Algún sangramiento?” Otra vez le digo que no. Me dijo el médico: “Tu cerebro está limpio. No tienes nada. Se ve como que nunca tuviste nada”.

Se me salieron las lágrimas. Y él me dijo: “Le llamé al colega para asegurarme, pero no entiendo que ha sucedido”. Yo le dije: “Yo si entiendo. Yo soy cristiano”. Y él me dijo: “Pues es un milagro”. Y así lo creo yo.

Dios tiene una misión para mí

Ahora estoy más lleno de espiritualidad y con más ganas de aprender y compartir. Creo que Dios tiene una misión para mí y estoy dispuesto a cumplirla. En septiembre de 2017 fui a México, a ver al Padre Amatulli. Estoy seguro que Dios lo quiso así para prepararme para mi derrame porque esa visita me ayudó mucho en mis peores momentos y a ver necesidades que hay allá en el Seminario de Santa Catarina. Un chiste: cuando comencé a involucrarme mucho con la Iglesia le dije a mi tío, el evangélico: “Ya ve; si me hubiera hecho caso cuando tuve sueños, ya fuera pastor es su iglesia”. Gracias a Dios que me ha concedido ser apóstol de la Palabra.

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